¿De qué te extrañas, fuego, si ya me conoces?

lunes, septiembre 27, 2004

Nuevamente se levanta el silencio entre estas olas de ladrillo. En este punto la rama del árbol genealógico se hace astillas, deja huérfana a su fruta. En este punto ella me clava una grapa ardiendo en el ojo, ella me roba el piso y la sombra. ¿No ya tenemos suficientes robots malignos acechándonos en las esquinas? ¿Qué tan necesario es concederles la facultad de concebir?

sábado, septiembre 18, 2004

¿Qué son éstas? ¿Palabras o meros artificios para pretender que hablamos, que tú y yo sostenemos una conversación?

Necesitamos salir, ventilarnos. Dejar que entre algo de oxígeno. Todo aquí adentro, cada nuevo ingreso, cada palabra exhalada, sofoca en este aire enrarecido y lo quema. Aquí adentro tú, yo y las palabras ya somos demasiados.

No contamos con mucho espacio. Es por eso que dar siete pasos hacia el aire del balcón se convierte en una distancia que la necesidad vuelve tan larga. Huir. Para eso también es el balcón, para huir del silencio que hace presencia entre los dos. Quién tuviera una residencia tan grande para huir a un jardín secreto, a un cuarto apenas visitado. Yo tengo este balcón, el baño y nada más. Cualquier otra dirección lleva a espacios que le pertenecen a otros. Es difícil huir dentro de una caja de galletas.

Taza rajada de la que escurren babas. El silencio se vuelve tú. Una calma de viernes envuelve al conjunto habitacional. En el departamento de junto, un indescifrable hiss televisivo. En el nuestro no hay nada.

viernes, septiembre 17, 2004

Un mal juego de StarCraft. Pocos recursos, sin aliados, sin naves de transporte y sin el apreciable control mental para hacer cambiar de parecer al enemigo. Sitiado, los puentes ocupados por los Zergs.

Una semana ya viviendo en un continente distinto. A veces me llegan trips mentales que nunca me habían sucedido... Ya escribire con más tiempo...

jueves, septiembre 09, 2004

Abuelita, mamá mía desde la muerte, hoy te abro mi diario. ¿Qué ouija nos iba a advertir sobre tantas palabras bruscas en la madera? Mira hasta dónde me llevan los pasos que me enseñaste siendo niño, mira de que manera me nutrió tanto libro heredado de tus ojos.

Tú y yo nos hemos ido de nuestra casa. Seguí tu ejemplo y se la heredé a borrosos personajes. ¿Qué sientes ahora? ¿Acaso una pérdida de control? Las paredes habrán quedado desconcertadas ante su repentina orfandad. No sabrán de quién ahora recibir las órdenes y las caricias. La casa entera debe estar angustiada. Le dejé a mis cinco gatos para que ella los atienda, les rasque la panza gorda con sus dedos amarillos de sol mañanero. No quiero que pienses que soy un malagradecido. Es sólo que también -como tú- preferí empacar, abuelita. Mi vida todavía se merece un poco más de paseo, de oler las flores de aquí y allá. Con la noche regresaré a tus manos, a tus cosquillas, a tu cara neutra. Volveré a ser tu Benjamín y quizás volvamos a escuchar radionovelas en nuestra cocina, la que hicimos nuestra a fuerza de habitarla.

Yo te prometo que a esa casa regresaremos juntos.

miércoles, septiembre 08, 2004

"La Naturaleza tiene muchos asegunes: tú piensas que el pito te va a funcionar toda la vida, pero no es cierto, mi buen, no es así. El pito también se acaba, como la cosecha de mujeres, mai, también se acaba..."

(El Nelson y un pequeño ex-abrupto filosófico-biológico-ontológico)