¿De qué te extrañas, fuego, si ya me conoces?

domingo, enero 16, 2005

Decir que tal o cual cosa es creíble,
echar dados confiado en que algún número aparecerá,
darte de comer sin contar antes mis dedos...
yo confiaba en esas cosas
como si ellas me arroparan bajo el trueno.
Pero hace un año me descubrí descacharrado,
como parido por tonos de gris,
y ya sólo me queda bajo los ojos una dentadura cruel;
me queda una tos que me observa con sus nervios pelados,
que me caza con la peor de las pieles de los gatos;
me quedan signos que no usé atravesados en el cogote.
Me quedan reflejos donde son negros los blancos.

Digo que ahora cada quién teje arañas en su nido,
que no me lames para curar, sino para alimentarte;
que mil libros entonatorios no bastan para convertir hienas en coro.
Éstos son ahora los huesos de mis pensamientos,
las cenizas de flores que te dejo en la mesa,
la mesa ennegrecida de una casa que es sólo ya incendio venido a menos.
No dejo mucho más pues llegué ya a mi propio cero.
¿Un canto negro? Quizás te sirva como animal guardián.
No se hable más. Celebre cada quien su fiesta.