El hotel casi en silencio. Tras su puerta, dos sodomitas invisibles se despojan de todo, mutuamente. Sus frases cachondas nos retienen congelados a medio pasillo. Son las doce de la noche y los vamos dibujando mentalmente. Sus rápidos orgasmos nos devuelven a la calma acostumbrada. Regresamos a dormir a nuestro cuarto.
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